sábado, 30 de enero de 2010


El año 1914 y el fin del
tiempo de los gentiles (8)


Por JOSE YOSADIT VON GOETHE


El expositor bíblico John Aquila Brown fue el primero en teorizar que el tiempo de los gentiles duraba 2.520 años, lo cual expuso en 1823 en su obra “El atardecer”. Para Brown, los 2.520 años comenzaron en el 604 antes de nuestra era, que era el presumible año de ascenso al trono de Nabucodonosor. Los 2.520 años de Brown finalizarían, pues, en 1917, año en que estimaba que “la gloria plena del reino de Israel sería perfeccionada”.

En tiempos de Brown, otro estudiante bíblico, William Miller, fundador del adventismo, expuso en la década de 1830 que el fin del tiempo de los gentiles y el advenimiento de Cristo acontecerían en 1843. A punto de finalizar el año sin ver satisfechas sus expectativas, Miller pospuso los acontecimientos para 1844, predicción que resultó de nuevo fallida, por cuya razón los seguidores milleritas se escindieron en varios grupos.

Mientras tanto, un contemporáneo de Brown y de Miller, el expositor E. Elliot, teorizó en su obra “Horas con el Apocalipsis” que los 2.520 años de duración del tiempo de los gentiles se extendían desde el 606 antes de la era común hasta 1914, basando el año 606 en el nuevo entendimiento que se tenía de que el reinado de Nabucodonosor sobre Babilonia tuvo lugar en ese lejano año y no en el -604. De la misma opinión que Elliot fue el expositor Robert Seeley, que publicó “Un atlas de profecías” en 1849, desarrollando la teoría de que los 2.520 años del tiempo de los gentiles iban desde el -606 hasta el +1914.

Paralelamente, un lector de los escritos de Miller y de Elliot, el norteamericano Nelson H. Barbour, creyó descubrir que Miller había cometido un serio error en el cálculo de la fecha y corrigió el tiempo de la parusía o venida de Cristo posponiéndolo para 1873. A tal fin imprimió y distribuyó el tratado “Evidencia de la venida del Señor en 1873”; pero pasó el año y, al igual que había sucedido con Miller, la presencia de Cristo brilló por su ausencia, por lo que pospuso el acontecimiento para 1874. Nueva decepción. Pero uno de los seguidores de Barbour, B. W. Kieth, descubrió, al leer la traducción en griego e inglés del “Diaglotón Enfático” de Benjamín Wilson, que la palabra “parusía” que otros vertían como “venida”, en el Diaglotón se traducía como “presencia”. A la vista del texto, Barbour razonó que, si se trata de una presencia y no de una venida, tal presencia debía ser invisible. Con este nuevo aunque errado entendimiento (pues nada hay en el texto bíblico que aluda a una presencia invisible), Barbour difundió la nueva luz recibida en su revista “El clamor de medianoche”, título que en 1875 cambió a “El heraldo de la Mañana”.

Un ejemplar de la revista de Barbour llegó a manos de Charles T. Russell, un joven que, impresionado por un sermón del predicador adventista Jonas Wendell, había reunido un pequeño grupo para estudiar la Biblia. Russell, que dio origen al movimiento de los “Estudiantes internacionales de la Biblia”, se entrevistó con Barbour y aceptó de éste la teoría de que los tiempos de los gentiles se extendían desde el 606 antes de la era común hasta el año 1914. Solamente que Barbour difería de Elliot y Seeley respecto a que el año -606 fuera el de la subida al trono de Nabucodonosor. Para Barbour, el año -606 fue el de la destrucción de Jerusalén. Por dicha razón la cronología que, sin cotejarla, Russell aceptó de Barbour, estaba adelantada 19 años con respecto a la de los historiadores.

La cronología que Russell heredó contenía un error de un año menos en el cálculo de los famosos 2.520 años. Muchas décadas después de Russell, los Estudiantes de la Biblia corregirían tal error adelantando la supuesta destrucción de Jerusalén del 606 al 607, todo para no alterar la fecha dogmáticamente establecida de 1914. Hoy día, por las irrefutables pruebas existentes, se sabe con absoluta certeza que la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor aconteció en el año 587 antes de nuestra era y no en el 607.

Russell también aceptó de Barbour la creencia de que Cristo estaba invisiblemente presente desde 1874 y que durante cuarenta años, hasta 1914, sojuzgaría a sus enemigos, tras lo cual haría desaparecer todos los gobiernos humanos. Este nuevo entendimiento lo publicaría Russell en su obra “El escrutador de la Biblia”. A partir de ahí comenzó una extensa predicación referente a que el fin de los gobiernos en la gran batalla del Armagedón por Dios acaecería en 1914. Asociado con Barbour por un tiempo, finalmente Russell se separó de él en 1878 y al año siguiente inició la publicación de su propia revista, “The Watch Tower”, a través de la cual señalaba al año 1914 como el del fin de los tiempos. A medida que se acercaba la fecha, Russell comenzó a dudar del año 1914 y optó por el 1915 como primera alternativa, aunque también sugirió que tal vez el fin pudiera llegar muchos años después. No obstante, el comienzo de la Primera Guerra Mundial le hizo afirmarse en la idea de que 1914 era el año señalado en las profecías bíblicas, aunque no fue la guerra lo que Russell venía anunciando.

lunes, 25 de enero de 2010


El año 1914 y el fin del
tiempo de los gentiles (7)


Por JOSE YOSADIT VON GOETHE


Durante siglos, entusiastas de la interpretación bíblica creyeron calcular correctamente la duración del llamado “tiempo de los gentiles”. La expresión está tomada de las palabras del evangelio de Lucas, donde Jesucristo menciona que “Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles”. Los judíos llamaban gentiles a las gentes de las demás naciones.

Si bien los judíos no se acogieron al texto evangélico, sin embargo sí pretendieron calcular el tiempo en que aparecería el Mesías, partiendo de la interpretación de las profecías de Daniel. Para calcular la hipotética duración de ese tiempo, los expositores o estudiosos bíblicos judíos aplicaron la regla de “un año por cada día”, la cual tomaron del libro de Números, capítulo 14, donde se les castiga a los israelitas a vagar por los desiertos durante cuarenta años, a razón de un año por cada día que los enviados por Moisés anduvieron espiando la tierra prometida.

Se tiene constancia de que el rabino Akiva ben Joseph, hacia principios del siglo segundo, fue el primero en establecer la regla de “un año por un día” para calcular el tiempo de la llegada del Mesías que los judíos esperaban. A partir del siglo noveno, otros rabinos aplicaron la regla a las profecías de Daniel, que hablan de 1.290, 1.335 y 2.300 días respectivamente, días que los rabinos elevaron a años, al cabo de los cuales se suponía que aparecería el Mesías. Estos cálculos se extendieron hasta el mismo siglo XIX, sin que en ninguna de las fechas establecidas aconteciera la esperada llegada del libertador de Israel. Evidentemente, los cálculos fallaron debido a que no fueron más que simples conjeturas numéricas, sin base bíblica alguna. A pesar de ello, los estudiosos cristianos tomaron el relevo y continuaron con los infundados cálculos, esta vez para establecer el año de la segunda venida de Cristo y, concretamente, la duración del tiempo de los gentiles.

Los expositores cristianos se basaron en otros cálculos para determinar la duración del tiempo de los gentiles. Así, hacia el año 1190, el abad cisterciense Joaquin de Fiore fue el primero que aplicó el pasaje de Apocalipsis 11, donde se habla de que “dos testigos profetizan 1.260 días vestidos de sayal”. Para Fiore, que también aplicó la regla de “un año por un día”, estaba claro que esos 1.260 días finalizarían en 1260, partiendo del supuesto año del nacimiento de Jesús de Nazareth. En 1260 comenzaría la que él dio en llamar “edad del espíritu”.

Los 1.260 años de Fiore sirvieron de base a otros expositores bíblicos a partir del siglo XIV, como Walter Brute, Lutero y otros reformadores protestantes. En 1701 el pastor escocés Fleming, hijo, basándose en el cálculo de los 1.260 años, adelantó que el tiempo de los gentiles finalizaría en 1794. Como se dio la circunstancia de que en ese año se estaba en plena Revolución francesa, el estudio de Fleming fue interpretado como muy acertado por todos los comentaristas bíblicos, quienes, tras la toma del poder por Napoleón en 1799, sentaron el precedente de que el año 1799 fue el del fin del tiempo de los gentiles y el del comienzo del “tiempo del fin” para la sociedad humana. El año 1799 fue aceptado sin más por los diferentes grupos apocalípticos, que comenzaron a anunciar el fin de las edades a partir de esa fecha. Entre los expositores más notables del siglo XIX figuraban J. Aquila Brown, William Miller (fundador del adventismo), E. Elliot, R. Seeley, N. H. Balbour y C. T. Russell. Especialmente Barbour y Russell creyeron firmemente que el tiempo del fin había comenzado en 1799, si bien tomaron como base para calcular la duración del tiempo de los gentiles, no los 1.260 años que otros habían computado, sino el doble de los mismos, es decir, 2.520 años.

¿En qué se basaron estos últimos para establecer que la duración del tiempo de los gentiles era de 2.520 años y no de 1.260? En las escrituras de Daniel, capítulo 4, que relata el sueño que tuvo el rey Nabucodonosor II de Babilonia, así como la interpretación de dicho sueño por el profeta. Nabucodonosor vio en sueños un árbol inmenso que alcanzaba el cielo. El árbol fue cortado y la parte inferior del tronco se dejó en pie, aunque circundada por ataduras de hierro y cobre, permaneciendo en tal estado durante siete tiempos. Daniel interpretó el sueño aduciendo que el árbol representaba al propio Nabucodonosor, quien por siete tiempos sería arrojado del trono y conviviría con las bestias salvajes; finalizados esos siete tiempos, que siempre se han estimado como siete años o 2.520 días proféticos, el rey volvería al trono. Como si esta interpretación de Daniel no bastara, los estudiosos cristianos la extendieron, sin base lógica, al “tiempo de los gentiles” de los que habló Jesucristo, por lo que, aplicando la vieja regla de “un año por un día”, calcularon que los 2.520 días equivalían a 2.520 años. Se suponía que tales años eran proféticos, de 360 días, y no solares, de 365; sin embargo calcularon erróneamente los años proféticos como solares al aplicarlos en la corriente del tiempo.

viernes, 22 de enero de 2010


El año 1914 y el fin del
tiempo de los gentiles (6)


Por JOSE YOSADIT VON GOETHE


El pastor Russell recibió en 1876 un ejemplar de la revista “El Heraldo de la mañana”, donde Barbour exponía su entendimiento acerca de la duración del tiempo de los gentiles, según lo había recogido de expositores precedentes. Tras entrevistarse con Barbour, Russell aceptó de él el punto de vista de que el tiempo de los gentiles se extendía desde el año -606 (que Barbour fijó sin más como el de la destrucción de Jerusalén por los babilonios) hasta el +1914 (en que se esperaba que los gobiernos humanos desaparecieran y comenzase en la Tierra el milenio, una era feliz de mil años bajo el Reino de Dios). Según esta cuenta, el tiempo de los gentiles duraba 2.519 años en lugar de los 2.520 que habían calculado otros estudiosos, basados en lo que creían deducir de ciertos textos bíblicos. Russell, con apenas 24 años, publicó en 1876 en su obra “El escrutador de la Biblia” la cronología de Barbour, que había aceptado de éste sin vacilar y sin haber realizado el más ligero estudio sobre si tales cálculos se fundamentaban realmente en la Biblia o si se trataban de fatuas elucubraciones humanas.

Tras separarse Rusell de Barbour en 1878, aquel inició en 1879 la publicación de la revista “The Watch Tower”, mediante la cual diseminó, entre otras enseñanzas y doctrinas, la cronología del tiempo de los gentiles, haciendo especial hincapié en que el tiempo en cuestión finalizaba en 1914, año en que esperaba que el Reino de Dios, que en su opinión regía desde 1874, demoliese todos los reinos y gobiernos de hechura humana en la batalla del Armagedón o guerra de Dios. Al acercarse la fecha, Russell percibió que tal vez estuviese errónea la interpretación de 1914 y comenzó tímidamente a posponer el Armagedón para el año siguiente e incluso para 25 años después, según publicó en Watch Tower el 1 de enero de 1914.

El año 1914 sobrepasaba su ecuador cuando de pronto estalló la guerra mundial. Russell y sus estudiantes, que ni con mucho esperaban tal guerra, creyeron que tan importante estallido bélico era señal de que el Armagedón estaba próximo, por lo que Russell hizo definitivamente del año 1914 el fundamento de toda su predicación. Según él, Dios estaba permitiendo que los gobiernos humanos se destruyesen unos a otros, tras lo cual comenzaría el milenio.

El presidente de la Sociedad bíblica Watchtower, Russell, murió en 1916, en plena contienda mundial, sin ver la llegada del Armagedón ni el comienzo del milenio. En 1917 ocupó la presidencia de la Watchtower J. F. Rutherford. Debido a graves divergencias entre los miembros dirigentes y el propio Rutherford, se originó un gran cisma. Ante los profundos cambios que efectuaba el nuevo presidente, los partidarios de Russell se obligaron a separarse de la Watchtower y fundaron sus propios movimientos, fieles a las enseñanzas del primer pastor. Ya en tiempos de éste algunos de los estudiantes, disconformes con ciertas doctrinas, formaron en 1909 dos grupos independientes; pero el grueso de separaciones parte de los tiempos de Rutherford. Entre 1917 y 1930 casi las tres cuartas partes de los estudiantes bíblicos se habían separado de la Watchtower. Durante todo el mandato de Rutherford, cuya muerte acaeció en 1942, se formaron al menos veinte nuevos movimientos bíblicos, gran parte de los cuales continúan activos a día de hoy, editando su propia literatura, entre la que destaca la revista “El Heraldo del Reino de Cristo”, del Instituto Bíblico Pastoral, y la revista “El Alba”, de la Asociación de los Estudiantes de la Biblia de la Aurora. Muchos de estos grupos llevaron consigo la fecha de 1914, entre otras.

La Watchtower de Rutherford continuó aferrada a 1914 sin entender durante décadas qué es lo que realmente había sucedido en tal año. Fue grande la decepción entre sus estudiantes al constatar que la guerra concluyó súbitamente sin que llegara el Armagedón. Entrado en años, Rutherford creyó entender que 1914 sí fue el año de conclusión del tiempo de los gentiles, pero no el del Armagedón, aunque seguía pensando que la presencia invisible de Cristo en su Reino había tenido lugar en 1874, tal como Russell aceptó de Barbour. Al final de su vida quiso desplazar esta presencia a 1914, pero hasta después de su muerte en 1942 no fue publicada tan sorprendente novedad por su sucesor. Otro tanto ocurrió con adelantar al 607 antes de la era común la destrucción de Jerusalén para que encajaran perfectamente los 2.520 años del tiempo de los gentiles, que debían terminar en 1914. El año 1914 quedó, pues, anclado en la Watchtower como el del fin del tiempo de los gentiles y el comienzo de la presencia invisible de Cristo. A partir de ahí se esperaba en cualquier momento el Armagedón y el milenio de paz en la Tierra, lo cual acontecería en el espacio de tiempo de una generación, que se estimaba en un máximo de 60 ó 70 años. Lo que también se creía firmemente es que todo esto lo verían con sus propios ojos muchas de las envejecidas personas de la generación de 1914.

martes, 12 de enero de 2010


El año 1914 y el fin del
tiempo de los gentiles (5)


Por JOSE YOSADIT VON GOETHE


Los cálculos que había realizado Elliot y que dio a conocer en 1844 en su obra “Horas con el Apocalipsis”, cálculos basados en los 2.520 años que en 1823 había estimado John Aquila Brown como la duración del tiempo de los gentiles, fueron aceptados y republicados en 1849 por Seeley, y a su vez recogidos por Barbour, que los insertó en su “Heraldo de la Mañana” en 1875. Al año siguiente, 1876, los publicaría Russell en su obra “El Escrutador de la Biblia”, pasando la información a su grupo de Estudiantes Internacionales de la Biblia. Todos estos expositores aceptaron que el tiempo de los gentiles se extendía desde el 606 antes de nuestra era hasta el 1914. Sin embargo, pasaron por alto que entre el -606 y el +1914 no median 2.520 años, sino 2.519. Para corregir este error, los Estudiantes de la Biblia posteriores a Russell, ya en tiempos de J. F. Rutherford, decidieron sin más adelantar la fecha de comienzo del tiempo de los gentiles al año -607, dado que la del 1914 había quedado firmemente establecida dentro del movimiento de estudiantes bíblicos y no podía trastocarse sin alterar muchas doctrinas.

Elliot y Seeley partían del año -606 porque en su tiempo se aceptaba que Nabucodonosor había ascendido al trono en ese año. Brown hizo lo mismo respecto al año -604. Es de observar que ninguno de los tres expositores partió del año de la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor, sino del año de coronación del rey babilonio, según que la aceptación de la fecha fuera la del -606 ó el -604. Evidencias posteriores, basadas en las tablas astronómicas babilónicas, que dan multitud de posiciones astrales y que se han demostrado sorprendentemente exactas al ser recalculadas científicamente con los modernos programas informáticos de astronomía, fijan, definitivamente y sin lugar a errores, el año de ascensión de Nabucodonosor al trono de Babilonia en el -605, como ya venían demostrando los historiadores. Y, dado que la destrucción de Jerusalén aconteció en el año 18 del monarca, tal como indica Jeremías el profeta, ello nos lleva al año -587 como el de la quema de Jerusalén y su Templo.

A pesar de que sus predecesores calcularon el inicio del tiempo de los gentiles con el ascenso al trono de Nabucodonosor, el adventista Barbour estableció, sin base histórica, que el -606 fue el año 18 de la coronación del soberano babilonio y, por tanto, el de la destrucción de Jerusalén, con lo que los sucesos históricos se adelantaban 19 años en la injustificada cronología de Barbour, todo ello a sabiendas de que contradecía las fechas de los historiadores. Para establecer la fecha del -606, se basó Barbour en la profecía de los 70 años de Jeremías.
Barbour entendía que Jerusalén estuvo destruida y sus gentes en cautividad durante 70 años, hasta que Ciro conquistó Babilonia y libertó a los judíos, según sus cálculos, en el año -536. Por tanto, 70 años atrás le llevaron al -606 como el año de la destrucción de Jerusalén. Sin embargo Jeremías estaba hablando de que todas las naciones, incluída Judá, estarían sujetas durante 70 años al rey de Babilonia y que, al cabo de los 70 años, se pediría cuentas a dicha nación. Babilonia rindió cuentas al caer ante Ciro en el año -539. Para el -536 no existía Babilonia como nación y por tanto difícilmente pudo pedírsele cuentas en ese año. Los 70 años de Jeremías, pues, se cumplían en el año -539, cuando Babilonia cayó ante los persas. Jeremías hablaba de los 70 años de dominio de Babilonia, no de que Jerusalén estaría 70 años desolada. Por esa razón más adelante dice, según las versiones bíblicas más eruditas: “Cuando se cumplan los 70 años de Babilonia…” En otras se lee: “Cuando se le cumplan 70 años a Babilonia…” Y 70 años de Babilonia no son lo mismo que 70 años de Jerusalén.
Babilonia terminó de alzarse como potencia mundial una vez conquistado el último reducto asirio, la ciudad de Harrán, en -609, en tiempos de Nabopolasar, siendo tomada Palestina en -605, tras la batalla de Carquemis. Cuadran, pues, con la historia seglar los 70 años de la profecía de Jeremías, la cual se extiende del año -609 al -539, cuando se le pidió cuentas a Babilonia. Al acabársele los 70 años de dominio a Babilonia, todos los cautivos y sus descendientes que residían en tierra extraña esperaban la libertad, libertad cuya declaración llevaría algunos meses. Sea como fuere, los 70 años de Babilonia finalizaron en -539, no después.

El distorsionado entendimiento que Barbour, al igual que otros adventistas, tenía respecto a los 70 años de la profecía de Jeremías fue el que abrazó Rusell, aceptando con ello el año -606 como el del inicio del tiempo de los gentiles y la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor, aunque las pruebas históricas ya evidenciaban que tal destrucción acaeció en el -587. Sin embargo, Barbour aducía que la Biblia (o el entendimiento de la misma en lo tocante a los 70 años de la profecía de Jeremías) debía prevalecer contra viento y marea sobre lo que él consideraba como la ligera opinión de los eruditos de la Historia.
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viernes, 8 de enero de 2010


El año 1914 y el fin del
tiempo de los gentiles (4)


Por JOSE YOSADIT VON GOETHE


Los expositores bíblicos E. Elliot, R. Seeley y N. H. Barbour, al igual que posteriormente C. T. Russell, pasaron por alto un detalle significativo al aceptar sin más el cálculo de que los 2.520 años del tiempo de los gentiles se extendían desde el año 606 antes de nuestra era hasta el 1914 de la nuestra. No cayeron en la cuenta de que en el cambio de una era a otra no existió el año cero, por lo que el tiempo por ellos contabilizado fue en realidad de 2.519 años y no de 2.520. Este error de cálculo que en principio pasó inadvertido a Russell y sus Estudiantes de la Biblia cuando aceptaron la cronología de sus antecesores, lo corregirían décadas después otros estudiantes, para lo cual adelantaron al año -607 la destrucción de Jerusalén, a pesar de que la evidencia histórica y astronómica demuestra inequívocamente que tal destrucción aconteció en el año -587, que se corresponde con el 18 del reinado de Nabucodonosor.

Ya Aquila Brown había manifestado que el tiempo de los gentiles comenzó con el ascenso al trono de Nabucodonosor, que él estimó en el -604, pero que la Historia establece positivamente en el -605, por lo que el año 18 de Nabucodonosor nos lleva al nuestro de -587. Es de observar que tanto Brown, como Elliot y Seeley, que fijaron el comienzo del tiempo de los gentiles para el año -604 y -606 estaban de acuerdo en que Jerusalén fue destruída por Nabucodonosor en el -587. La fecha del -604 ó el -606 la consideraban la del año primero de Nabucodonosor. Barbour, alejándose del criterio de los historiadores, fue el primero en suponer que la destrucción de Jerusalén había acaecido en el año -606, fecha que Russell aceptó sin haber estudiado siquiera someramente el trasfondo histórico, basándose en el supuesto de que habían transcurrido setenta años entre el tiempo de la destrucción de Jerusalén y la liberación por Ciro de los cautivos judíos, lo cual está demostrado que se trata de un malentendido de la lectura bíblica.

Posteriormente la fecha del -606 fue adelantada al -607 para cuadrar con los hipotéticos 2.520 años de duración del tiempo de los gentiles y para no mover la fecha ya establecida de 1914, que coincidió con el inicio de la Primera Guerra Mundial, hecho que definitivamente hizo reafirmarse a Russell en su postura, que últimamente dudaba del año 1914. En su artículo “Los días están cercanos”, publicado en “Watch Tower” el 1 de enero de 1914, afirma: “Si el 1915 pasara… Si por la providencia del Señor el tiempo viniera veinticinco años más tarde… En tal caso examinaríamos las profecías aún más allá, para ver si podemos encontrar el error”.

Russell adoptó la cronología de Barbour en 1876, tras leer el criterio de éste en la revista “El Heraldo de la Mañana”. Entrevistados ambos y convencido Rusell de las fechas 1874 y 1914, se asoció con Barbour y financió por un tiempo sus publicaciones, colaborando en la redacción. Tanto Barbour como Russell esperaban para 1914 el completo dominio del Reino de Dios sobre la tierra, ya desbancados los gobiernos humanos. En 1878, Barbour y Russell decidieron separarse y éste inició al año siguiente la publicación de su propia revista, “Watch Tower”.

Russell había reunido en 1870 un pequeño grupo para estudiar la Biblia, motivado por un sermón que oyó pronunciar el año anterior al predicador adventista Jonas Wendell. El grupo lo componían Charles T. Russell, su hermana Margaret, su padre Joseph y el matrimonio formado por Sarah y William Henry Conley. Conley fundaría en 1881 la Sociedad Watch Tower, siendo su primer presidente con un 70% de las acciones, perteneciendo el 20% a Joseph Russell, padre de Charles, y el restante 10% a este último. En 1882 Conley dejó de aportar fondos y se retiró. En 1884 se reestructuró la Sociedad por motivos legales y Charles T. Russell ocupó la presidencia hasta su muerte en 1916.

La obra más conocida de Russell es la compuesta de seis tomos, “Estudios en las Escrituras”. Un polémico séptimo tomo a él atribuído, pero escrito por un tal C. J. Woodworth, vio la luz póstumamente. Entre 1917 y 1918 se produjo un número considerable de escisiones del tronco russellita. Buena parte de los Estudiantes Internacionales de la Biblia se sometieron a la autocracia de J. F. Rutherford, que tomó las riendas de la Sociedad Watch Tower a la muerte de Rusell. Otros, disconformes con los cambios doctrinales y estructurales del nuevo dirigente, continuaron fieles a las ideas de Russell y se dividieron en grupos como: “Instituto Bíblico Bereano”, “Instituto Bíblico Pastoral”, “Movimiento Misionero Casa del Lego”, “Unión de la Asociación de la Biblia” y “Estudiantes de la Biblia Asociados”, todos ellos activos a día de hoy. Para 1930 más de las dos terceras partes de los Estudiantes de la Biblia originales se habían separado de la Watch Tower. Con el tiempo, otros grupos lo hicieron, formando distintas asociaciones bíblicas. Casi todos ellos, en número de una larga treintena, mantuvieron intacta la fecha de 1914.
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miércoles, 6 de enero de 2010


El año 1914 y el fin del
tiempo de los gentiles (3)

Por JOSE YOSADIT VON GOETHE


La teoría que John Aquila Brown esbozó en 1823 de que el tiempo de los gentiles duraba 2.520 años en lugar de 1.260, como venía sosteniéndose desde siglos atrás, fue aceptada por la práctica totalidad de los expositores bíblicos que le siguieron. John Aquila Brown basó su exposición en la interpretación de otra profecía de Daniel, esta vez la profecía de los “siete tiempos”. El libro de Daniel, capítulo 4, relata que Nabucodonosor tuvo un sueño en el que vio un gran árbol que fue cortado y se le cercó con ataduras de hierro y cobre, permaneciendo así por siete tiempos. El profeta Daniel le explicó a Nabucodonosor que el árbol del sueño era el rey mismo: “Serás arrojado de entre los hombres y con las bestias del campo morarás… siete tiempos pasarán por ti hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el imperio de los hombres y que se lo da a quien le place”.

Tradicionalmente se acepta, aunque no hay evidencia histórica de ello, que Nabucodonosor sufrió un ataque de locura y estuvo siete años ausente del trono, comiendo hierba con las bestias del campo. Al cabo de esos siete años fue restablecido en su trono. Muchos expositores cristianos creen que, puesto que los siete tiempos de ausencia de Nabucodonosor equivalieron a siete años ó 2.520 días y la vuelta al trono del soberano babilonio pudiera ser un vislumbre anticipado del regreso de Cristo como rey al fin del tiempo de los gentiles, aplicando la regla de “un año por un día” a los 2.520 días en que Nabucodonosor estuvo sin reinar y aplicando asimismo el texto de Lucas 21:24 que dice que “Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles”, razonan que “es evidente el tiempo de los gentiles dura 2.520 años”. Este fue precisamente el razonamiento de Brown, después aceptado por otros. Brown calculó que el tiempo de los gentiles comenzó en el año 604 antes de nuestra era, con la presunta subida al trono de Nabucodonor, y finalizaría en el año 1917, cuando “la gloria plena del reino de Israel sería perfeccionada”.

Uno de los sinceros profetas apocalípticos que aceptó las teorías de Brown fue William Miller, un estudiante de la Biblia que en la década de 1830 anunció que el fin del tiempo y el advenimiento de Cristo ocurrirían en 1843. Miller, cuyas ideas dieron paso al Adventismo, tomó de Aquila Brown el cálculo de los 2.520 años y ajustó la fecha de conclusión del tiempo de los gentiles al 21 de marzo de 1843. Ya cerca de la fecha anunciada, los seguidores de Miller, dados en llamarse adventistas, repartieron sus propiedades entre familiares y vecinos y, en la esperanza de subir al cielo en aquel día, se vistieron con túnicas blancas. No aconteció lo anunciado y Miller sugirió que probablemente había un error en el cálculo y que seguramente el año del fin sería el siguiente, 1844. Ello resultó en nueva decepción para los simpatizantes de Miller, que terminaron escindiéndose en varios grupos.

Con el tiempo, otro sincero predicador, el neoyorkino Nelson H. Barbour, que había leído los escritos del fundador adventista, descubrió que Miller había cometido un serio error de cálculo y corrigió la fecha de la parusía o venida de Cristo para 1873. Para calcular esta fecha se basó principalmente en la obra “Horas con el Apocalipsis”, del millerita E. Elliot, quien fue el primero en exponer que el tiempo de los gentiles se extendía desde el año -606 hasta el +1914. En este libro Barbour, aunque aceptó que en 1914 finalizarían el tiempo de los gentiles, halló evidencia de que para 1873 se cumplirían 6.000 años de la creación del hombre, según el cómputo cronológico del obispo anglicano J. Ussher en el siglo XVII, cómputo aceptado por todos los estudiosos bíblicos.

Con los nuevos datos obtenidos, Barbour redactó el tratado “Evidencia de la venida del Señor en 1873”. Pasada la fecha sin que nada sucediera, Barbour, al igual que hizo Miller, pospuso la venida de Cristo para el año siguiente, 1874. Tampoco sucedió nada, por lo que gran decepción se apoderó de Barbour y de sus seguidores. No obstante, uno de ellos, B.W. Kieth, le hizo ver que en el “Diaglotón Enfático” de Benjamín Wilson, una traducción en griego e inglés del Nuevo Testamento, la palabra “parusía” se traducía como “presencia” y no como “venida”, por lo que Barbour comenzó a predicar que en 1874 había tenido lugar la “presencia invisible” de Cristo en el cielo y anunció esto a través de su revista “El clamor de medianoche”, cuyo título cambió en 1875 a “El Heraldo de la mañana”.

Asimismo Barbour escribió el libro “Tres mundos”, obra que, financiada por Charles T. Rusell, con quien se había asociado, tras adherirse éste fielmente a las opiniones y cálculos de Barbour y sus predecesores Brown, Elliot y Seeley al fundar el movimiento de Estudiantes Internacionales de la Biblia, desarrollaba la teoría de que Cristo llegó invisiblemente en 1874 y que por un periodo de cuarenta años, es decir, hasta 1914, estaría juzgando a las naciones antes de hacer desaparecer a los gobiernos humanos.
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martes, 5 de enero de 2010


El año 1914 y el fin del
tiempo de los gentiles (2)

Por JOSE YOSADIT VON GOETHE


El primer exegeta cristiano que probablemente aplicó a la interpretación bíblica la antigua regla judaica de “un año por un día” fue el abad cisterciense Joaquin de Fiore, que hacia 1190 estimó que los 1.260 días mencionados en el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, podían entenderse como 1.260 años. El texto de Apocalipsis 11:3 dice: “Haré que mis dos testigos profeticen 1.260 días vestidos de sayal”. Aunque no concretó fecha final, sus seguidores entendieron que la llamada “edad del Espíritu” comenzaría en 1.260, dado que contaban el comienzo de los 1.260 años con el nacimiento de Cristo. Muchos de estos seguidores asociaron los 1.260 días del Apocalipsis con el “tiempo de los gentiles” al que el evangelio de Lucas hace alusión. La teoría del abad de Fiore de que 1.260 días habían de interpretarse como 1.260 años sirvió de base, desde su tiempo en adelante, para posteriores cálculos del segundo advenimiento de Cristo.

A finales del siglo XIII y principios del XIV, el médico Arnaldo de Vilanova estimó que el tiempo de los gentiles duraría 1.290 años, basándose en los 1.290 días que menciona Daniel 12:11. Walter Brute, erudito contemporáneo de Wiclef, siguió por su parte la teoría de los 1.260 años. Posteriormente, Martín Lutero y otros reformadores protestantes aceptaron una u otra teoría, o ambas, que se extendieron por sus respectivas iglesias, hasta alcanzar su máxima expresión en el siglo XIX. A través de todos estos siglos, dado que el fin del tiempo de los gentiles no llegaba, los expositores fueron cambiando las fechas de comienzo y final del tiempo gentil.

En 1701 el pastor escocés Robert Fleming, hijo, basándose en el cómputo de los 1.260 años apocalípticos, adelantó que el tiempo de los gentiles finalizaría en el año 1794. Como resultó que en ese año se estaba en plena Revolución Francesa, la estimación de Fleming caló hondo entre los comentaristas bíblicos, que se inclinaron por la evidencia de que el fin del tiempo de los gentiles había terminado, si no precisamente en 1794, sí en 1798. Ello fue debido a que el periodo revolucionario finalizó en 1799, por lo que se llegó a la conclusión de que el tiempo de los gentiles había concluido en 1798, considerándose el año 1799 como el del comienzo del tiempo del fin. La fecha de 1799 fue retenida por varias asociaciones de estudiantes bíblicos, quienes creían sinceramente que estaban viviendo en los últimos días del mundo. Diferentes grupos apocalípticos comenzaron a anunciar, basados en los viejos cálculos ahora reactivados, que el fin de las edades se extendía desde el año 1799 en adelante.

El siglo XIX produjo un verdadero ejército de expositores bíblicos, entre los que cabe destacar a John Aquila Brown, William Miller (fundador del Adventismo), Edward B. Elliot, Robert Seeley, Nelson H. Barbour y Charles T. Russell, quien recogió de los tres anteriores los cálculos del fin del tiempo de los gentiles. Tanto Elliot, como Seeley y Barbour venían anunciando, antes que Russell, que el tiempo de los gentiles se extendía desde el 606 antes de nuestra era hasta el año 1914. El año 606 ya se había considerado como el del comienzo del tiempo de los gentiles por varios expositores, siendo el primero de ellos, según se rastrea, D. Pareus, que publicó su punto de vista en 1618, siguiéndole, entre otros, Fleming en 1701, John Gill en 1776, Galloway en 1802, G.S. Faber en 1806 y Birks en 1843, hasta que tomaron el relevo los ya mencionados Elliot, Seeley y Barbour, entre los años 1844 y 1875. Russell publicaría en 1876 los cálculos que aceptó de Barbour como propios, adhiriéndose a la opinión de que el fin del tiempo de los gentiles había comenzado en 1799 y llegaría a su plena conclusión en 1914, cuando los gobiernos del planeta fueran erradicados por los poderes celestiales.

Hasta ahora, para calcular la duración del tiempo de los gentiles se había tenido en cuenta como el factor más importante y casi único la cifra de 1.260 años. En 1823 el expositor John Aquila Brown fue el último en asignar un periodo de 1.260 años lunares al tiempo de los gentiles, que finalizaría según él en 1843, fecha que posteriormente adoptó el fundador del Adventismo, William Miller. Fue también en 1823 cuando Brown sugirió otro cómputo del tiempo duplicando el número de los 1.260 años, con lo que a partir de Brown los expositores que le siguieron, y él mismo, comenzaron a calcular con la cifra de 2.520 años, basados en el entendimiento de aplicar esos años a los 2.520 días o siete tiempos que el profeta Daniel dijo al rey Nabucodonosor que estaría fuera del trono, aquejado de locura.

El pionero John Aquila Brown expuso en 1823 en su obra “El Atardecer” que el periodo de 2.520 años del tiempo de los gentiles había comenzado en el 604 antes de nuestra era, año que se estimaba como el del ascenso al trono de Nabucodonosor, y finalizaría en 1917, año en que a su entender “la gloria plena del reino de Israel sería perfeccionada”.


sábado, 2 de enero de 2010



El año 1914 y el fin del
tiempo de los gentiles (1)


Por JOSE YOSADIT VON GOETHE



Ahora que está en su pleno apogeo y discusión la película “2012”, basada en el cálculo maya de que el mundo actual puede llegar a su término el 21 de diciembre de nuestro 2012, viene a colación el tema de las predicciones fallidas que al respecto adelantaron de buena fe muchos individuos y grupos religiosos de los siglos XVIII y XIX. Todos éstos, interpretando sinceramente las profecías de los libros de Daniel y Apocalipsis, además de basarse en el evangelio de Lucas 21:24, que dice que “Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles”, anunciaron para muy diversas fechas, entre ellas el año 1914, una consumación de las edades que coincidiría con la parusía, presencia o segunda venida de Cristo, según deducían de los relatos bíblicos. Tal entendimiento se basó en la regla de “un año por un día”, que los aludidos tomaron al pie de la letra, pero que se trataba de una teoría interpretativa que venía arrastrándose de siglos atrás.

La regla de “un año por un día” enuncia, según han venido formulando muchos desde hace siglos, que ciertas profecías bíblicas que hablan de “días” han de entenderse como que tales días son en realidad “años”. Dos son los textos de la Biblia en que los formulantes de la regla basan sus hipótesis, a saber, Números 14:34 y Ezequiel 4:6. El primer texto especifica que, como los israelitas que por cuarenta días espiaron la Tierra Prometida cometieron serios errores, en castigo todo Israel habría de vagar por el desierto durante cuarenta años antes de entrar en la tierra de la promesa. Dice el texto de Números: “Según el número de los días que empleasteis en explorar el país, cuarenta días, cargaréis cuarenta años por vuestros pecados, un año por un día”.

El otro texto, que aparece en el libro de Ezequiel, alude a que, como Israel fue culpable de ciertos errores durante 390 años, y asimismo Judá fue culpable de otros errores durante 40 años, el profeta debía acostarse del lado izquierdo durante 390 días y del lado derecho durante 40 días, es decir, a día por año. “Acuéstate del lado izquierdo y pon sobre tí la culpa de la casa de Israel… trescientos noventa días… Te acostarás otra vez del lado derecho y llevarás la culpa de la casa de Judá durante cuarenta días. Yo te he impuesto un día por un año”.

En el texto de Ezequiel se habla de “un día por cada año”. Sin embargo en el texto de Números se habla de “un año por cada día”, lo cual es muy diferente. En ambos casos se trata de castigos impuestos por Dios para expiar culpas y no de reglas de medir tiempos. En el primer caso los israelitas vagarían por los desiertos durante cuarenta años para purgar la culpa de los que durante cuarenta días exploraron la Tierra Prometida. El castigo impuesto fue de “un año por cada día”. En el segundo caso se le impone al profeta una pena de 390 días y 40 días, respectivamente, por las culpas que Israel cometió durante 390 años y por las que Judá perpetró durante 40 años. En este caso Dios le impuso al profeta “un día por cada año”. Hay gran diferencia entre “un día por un año” (Ezequiel) y “un año por un día” (Números). Por dicha razón, algunos no toman en cuenta el texto de Ezequiel para establecer la regla de “un año por un día”, ya que en dicho pasaje se habla de todo lo contrario, y solamente aplican la regla que derivan del texto de Números, “un año por un día”, para establecer sus teorías del fin del tiempo.

Al margen de que los rabinos judíos de tiempos precristianos consideraran o no como semanas de años las setenta semanas que menciona el profeta Daniel para la aparición del Mesías, lo cual se presta a polémicas entre los exegetas, no fue hasta finales del siglo primero de nuestra era o principios del segundo en que el rabino Akiva ben Joseph pretendió establecer la fórmula de “un año por un día” como regla básica para calcular el tiempo de la llegada del Mesías. Mucho más tarde, a partir del siglo noveno, otros rabinos extendieron la sugerida regla a los textos donde Daniel habla de 1.290 días, 1.335 días y 2.300 tardes y mañanas, que establecieron sin más como 1.290 años, 1.335 años y 2.300 años, respectivamente, como criterio firme para calcular igualmente el tiempo en que aparecería el Mesías y acontecería la independencia de Israel.

A lo largo de todos esos siglos, inclusive hasta el XIX, anduvieron los rabinos calculando el tiempo de la aparición del Mesías, según lo que interpretaban de las profecías de Daniel, siempre basados en la aplicación de la regla ya establecida de “un año por un día”. Muchas fueron las fechas que se dieron; pero ninguna de ellas tuvo el cumplimiento que se esperaba, ya que, indudablemente, se basaban en simples suposiciones sin fundamento real. Paralelamente, los eruditos cristianos también venían calculando el tiempo de la venida de Cristo, esta vez de su segunda venida y, como aquéllos, lo hacían basándose ciegamente en la misma regla de “un año por un día”.

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