viernes, 30 de abril de 2010


El año 1914 y el fin del
tiempo de los gentiles (17)

Por JOSE YOSADIT VON GOETHE


El adventista Nelson H. Barbour fue el primero en asegurar en 1875 que la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor aconteció en el año 606 antes de nuestra era, en lugar de en el -587, año este último demostrado por multitud de pruebas, tanto históricas (lista de los reyes de Uruk, Canon Real…) como arqueológicas (crónicas reales en decenas de miles de tablillas) y astronómicas (tablillas babilónicas de diarios astronómicos). Se demuestra asimismo sobre la base de los 66 años de reinado de los cinco monarcas babilónicos desde Nabucodonosor hasta Nabonido, en cuyo año 17, que correspondió a nuestro -539, cayó Babilonia. Si a este último año le sumamos los 66 que en conjunto gobernaron los cinco reyes neobabilónicos Nabonido, Labashi Marduk, Neriglisar, Evilmerodac y Nabucodonosor, llegamos al año -605, en que Nabucodonosor ascendió al poder tras la muerte de su padre, Nabopolasar, quien reinó 21 años, desde el -625 hasta el -605 inclusive, como está documentado por las tablillas de la época y por los listados de los historiadores.

Barbour trasmitió al estudioso bíblico Charles T. Russell la creencia de que Jerusalén fue destruída en el -606, que Russell aceptó en 1876 sin sopesar la evidencia histórica. Sobre la base del año -606, expositores bíblicos anteriores a Barbour, tras considerar que la hipotética duración del tiempo de los gentiles se extendía por 2.520 años, habían llegado a la conclusión de que dicho tiempo concluía en 1914, aunque por error computaron un año menos. El año -606 lo consideraban los predecesores de Barbour como el de la subida al trono de Nabucodonosor, no como el de la destrucción de Jerusalén, ya que la misma la aceptaban como acaecida en el -587.

A fin de corregir el error de un año en el cálculo de la duración del tiempo de los gentiles, estudiantes bíblicos posteriores a Russell adelantaron la destrucción de Jerusalén al -607 para no alterar la fecha establecida de 1914. Tales estudiantes, para justificar la discrepancia existente entre las fechas del -607 y del -587, adelantaron los sucesos históricos 20 años. Así, la subida al trono de Nabucodonosor y la batalla de Karkemis la mudaron sin base científica del -605 al -625, y el ascenso de Nabopolasar lo adelantaron del -625 al -645, por lo que también se obligaron a situar la caída de Nínive en el -632 en lugar de en el -612, año éste que también puede documentarse con exactitud partiendo retrospectivamente de la fecha absoluta del -539.

Algo que indirectamente corrobora el año -587 y no el -607 como el de la destrucción de Jerusalén es la cronología egipcia de la dinastía 26 o periodo Saíta, que sincroniza a la perfección con la neobabilónica de los reinados de Nabopolasar, Nabucodonosor y otros. La cronología egipcia de esa época, demostrada de la máxima exactitud por los investigadores, está en completo desacuerdo con el adelanto de 20 años que estudiantes bíblicos dan sin más a la cronología babilónica, a no ser que los mismos estudiantes adelanten igualmente 20 años la cronología egipcia del periodo Saíta para que cuadre con el postulado de que la duración del tiempo de los gentiles es de 2.520 años y se extiende del -607 al 1914. Consideramos dos importantes sincronismos o simultaneidades de fechas que advierten los historiadores entre la cronología egipcia del tiempo del faraón Necao y la babilónica del tiempo de Nabopolasar y Nabucodonosor.

El primer sincronismo se relaciona con la muerte del rey judío Josías a manos del faraón Necao II, que el libro de Jeremías llama Nekó. Por el estudio de las fechas de las sepulturas de los bueyes sagrados egipcios y por el entramado de fechas absolutas establecidas desde el tiempo del rey persa Cambises hacia atrás, los historiadores, tal como determinaron que la caída de Babilonia aconteció en el año -539, igualmente fijaron las fechas de los reinados de los faraones de la dinastía 26, entre ellos las correspondientes al faraón Necao II, que reinó desde el -610 hasta el -595. Como los Estudiantes de la Biblia adelantaron 20 años el reinado de Josías, resulta que la muerte del rey de Judá aconteció para ellos en el año -629, cuando por las cronologías independientes de Egipto y de Babilonia se deduce que fue en el -609.

Un segundo sincronismo se halla en la batalla de Karkemis, en la que Nabucodonosor derrotó al faraón Necao, hecho que la Biblia sitúa en el año cuarto de Yoyaquim, hijo de Josías. Ese mismo año murió Nabopolasar y ascendió su hijo Nabucodonosor. El año en cuestión fue el -605, que la evidencia histórica señala como el año en que tuvo lugar la batalla de Karkemis. Sin embargo, al adelantar 20 años los hechos, los Estudiantes de la Biblia colocaron dicha batalla en el año -625, cuando reinaba en Egipto Psamético I y no el faraón Necao. Otros sincronismos entre ambas genealogías también dan la razón absoluta a los historiadores. Y, dado que por una y otra se establece que Nabucodonosor subió al trono en el -605, el año 18 de su reinado, como especifica la propia Biblia, correspondió al -587, en que destruyó Jerusalén y su Templo.
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sábado, 24 de abril de 2010


El año 1914 y el fin del
tiempo de los gentiles (16)


Por JOSE YOSADIT VON GOETHE


Puesto que la caída de Babilonia aconteció en el año 539 antes de nuestra era, mientras el soberano de su imperio, Nabonido, reinaba en su año 17, fácilmente se deduce que el primer año de Nabonido fue el -555, habiendo sido el de su ascenso el -556, en lo cual están de acuerdo todos los historiadores. También están acordes los historiadores en que Nabonido sucedió a Labashi Marduk, que reinó tan solo dos meses (año -556); éste a su vez sucedió a Neriglisar, que reinó 3 años y ocho meses (entre el -559 y el -556); a su vez Neriglisar sucedió a Awel Marduk o Evilmerodac, hijo de Nabucodonosor, que reinó 2 años (-561 y -560); a su vez Evilmerodac sucedió a su padre Nabucodonosor II, que reinó 43 años (del -604 al -562, ambos inclusive); y, por último, Nabucodonosor había sucedido a su padre Nabopolasar, que reinó 21 años (del -625 al -605, ambos inclusive).

Todos los anteriores reinados están confirmados, aparte de por la lista de los reyes de Uruk, el Canon Real y otros documentos, por decenas de miles de tablillas de barro descubiertas en tierras de la antigua Babilonia, entre las que figuran los diarios astronómicos, los documentos mercantiles y las inscripciones reales. De entre estas últimas podemos destacar la crónica Nabón 24 o inscripción de Adad-Guppi, de la que se habló en un capítulo anterior y que cubre un periodo de 104 años, desde el año 20 de Asurbanipal hasta el año 9 de Nabonido, mencionándose en la inscripción todos los reyes que gobernaron, los dos primeros en Asiria y los otros seis en Babilonia, en ese espacio de tiempo de 104 años, y cuyo listado de los monarcas babilonios coincide fielmente con las listas de los antiguos historiadores y cronistas, como Beroso y Ptolomeo. Esta crónica, al igual que los diarios astronómicos babilónicos, que señalan posiciones estelares que no vuelven a repetirse en muchos miles de años y que los modernos programas de astronomía han verificado como exactos (por lo que hoy día puede calcularse el año, mes y día al que se refieren), no dejan lugar para insertar, entre Nabopolasar y Nabonido, otros reyes que no sean los que se relacionan. Y tal lista de soberanos es coincidente con lo especificado en las tablillas de transacciones comerciales, en cuyos documentos se detallan los nombres de los reyes vigentes y sus tiempos de reinado.

Otra de las crónicas a destacar es la Nabón 8 o Estela de Hillah, si bien para su interpretación cabal se hace obligado acudir paralelamente a la Crónica 3 ó B.M. 21901. La inscripción de la Nabón 8 se refiere al año de ascenso (-556) de Nabonido. El texto indica que el templo de Ehulhul en la ciudad de Harán llevaba 54 años en ruinas desde que lo destruyeron los medos. Si tenemos en cuenta que el año de ascenso de Nabonido fue el -556, cincuenta y cuatro años atrás nos llevan al -610, es decir, hemos de contar retrospectivamente, a partir de Nabonido: los dos meses de reinado de Labashi Marduk, los 3 años y 8 meses de Neriglisar, los 2 años de Awel Marduk o Evilmerodac y los 43 años de Nabucodonosor. Ello nos da casi 49 años de reinado de cuatro monarcas anteriores a Nabonido, con lo cual llegamos al año de ascenso de Nabucodonosor, en el -605. De 49 a 54 nos faltan 5 años, que son los que van desde el -605 hasta el -610, con lo cual entramos en el reinado de Nabopolasar, concretamente en su año 16. ¿Es correcta dicha atribución? Sin duda alguna, ya que precisamente la estela Crónica 3 declara específicamente que en el año decimosexto de Nabopolasar los medos capturaron y arruinaron la ciudad de Harán y se llevaron el botín del templo. La Nabón 24 también indica que el suceso fue protagonizado “en el año 16 de Nabopolasar”.

La estela Nabón 8, como la Nabón 24, no deja lugar para la inserción de monarca alguno entre Nabopolasar y Nabonido. Ni mucho menos deja espacio para encajar 20 años de reinado adicionales de uno o varios supuestos reyes que no sean los que menciona la Nabón 24. Al considerar que Jerusalén fue destruída por los babilonios en el año -607 y no en el -587, como se desprende del estudio concienzudo de las innumerables tablillas descubiertas, muchos literalistas bíblicos dan pie para afirmar ciegamente que a la historia del imperio neobabilónico, es decir, entre Nabopolasar y Nabonido, le faltan 20 años del reinado de algún rey. Sin esos 20 años no les cuadra la afirmación de que la duración del tiempo de los gentiles se extiende desde el -607 hasta el 1914, fecha esta última de establecimiento dogmático, debido a una errónea creencia del adventista Nelson H. Barbour en 1875. Pero, por la Biblia misma, sabemos que la destrucción de Jerusalén acaeció en el año 18 de de Nabucodonosor, que la evidencia histórica, arqueológica y astronómica sitúa en el año -587. Para poder ubicar el acontecimiento en el -607, los literalistas se obligaron a adelantar 20 años el curso de la Historia, con lo que acumularon error sobre error. Y todo por el falso razonamiento de un adventista de finales del siglo XIX.


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