domingo, 23 de mayo de 2010



¿Conocieron los apóstoles
el bautismo trinitario? (2)


Por JOSE YOSADIT VON GOETHE



En el evangelio de Mateo 28:19 y 20, leemos: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a observar todo lo que yo os he mandado”. El escritor y padre de la Iglesia Eusebio de Cesarea cita siete veces de este pasaje en su obra “Demostración evangélica”, escrita en el primer tercio del siglo IV, y en ninguna de ellas menciona la expresión “bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Por ejemplo, en la cita del libro III, capítulo 6, refiere: “Con una palabra y voz Él dijo a sus discípulos: Id y haced discípulos de todas las naciones en Mi Nombre, enseñándoles a observar todas las cosas que yo os he mandado”. Los especialistas bíblicos están de acuerdo en que, si el minucioso Eusebio, que con tanto detalle solía citar de las Escrituras, no menciona esta parte del pasaje evangélico, es porque en su tiempo no figuraba en los manuscritos. Tal es la primera razón que aducen muchos doctos para aseverar que esta parte del texto evangélico de Mateo es espurio, lo mismo que el pasaje de la primera epístola de Juan, 5: 7 y 8, donde hasta no hace mucho tiempo aparecía en nuestras biblias la frase trinitaria “el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”, que ha sido borrada debido a que no figura en los códices más antiguos.

Una segunda razón que hace suponer que la parte trinitaria del texto de Mateo 28: 19 y 20 es un añadido espurio reside en el hecho de que en la copia del evangelio hebreo de Mateo recopilada en el siglo XII por el erudito judío Shem Tov no aparece la expresión “bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Es bien sabido que existió un evangelio escrito en hebreo y atribuído a Mateo. Jerónimo lo menciona en el siglo IV cuando tradujo la Biblia al latín y recalca que el manuscrito se hallaba en la biblioteca de Cesarea. Es muy probable que Shem Tov se sirviera de una copia de este evangelio hebreo para compilar el que hoy se conserva. Aunque no faltan eclesiásticos que afirmen que este evangelio es una falsificación, sin embargo el relato es muy semejante al que conocemos del evangelio tradicional de Mateo, aparte de que se ajusta a las citas de Eusebio al no mencionar el bautismo ni la fórmula trinitaria. Los doctos judíos que han estudiado la copia de este evangelio de Mateo recopilado por Shem Tov están de acuerdo en que sigue fielmente los cánones de los antiguos escritores hebreos, particularmente en lo relativo a la Guematría o ciencia numérica de las palabras. El Instituto Gal Enai de Israel define así la Guematría: “En hebreo, cada letra posee un valor numérico. La Guematria es el cálculo de la equivalencia numérica de las letras, palabras o frases, y sobre esta base lograr un aumento de la comprensión de la interrelación entre los diferentes conceptos y explorar la relación entre palabras e ideas”. Así, por ejemplo, el tetragrámaton del nombre divino con las letras que en griego se traducen como YHWH equivale a 26, ya que sus caracteres suman 10+5+6+5.

Pero la razón y prueba definitiva del gazapo textual del evangelio de Mateo 28:19 estriba en que los apóstoles no bautizaron ni mandaron bautizar en el nombre de tres personas, sino únicamente en el nombre de Jesús el Cristo. Por ejemplo, en el libro de Hechos de los Apóstoles hallamos, entre otros, los textos siguientes: “Pedro les contestó: arrepentíos y bautizaos en el nombre de Jesús el Cristo” (Hechos 2:38). “Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús” (Hechos 10:48). “Fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús” (Hechos 19:5). Pablo mismo escribió al respecto: “Todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús hemos sido bautizados en su muerte” (Romanos 6:3,4). Y también: “Todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gálatas 3:27). Si los apóstoles estuvieran al tanto de que había que bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, no cabe duda de que así lo hubieran hecho. Pero únicamente bautizaron en el nombre de Jesús.

Argumento aplastante son los textos evangélicos finales y paralelos al de Mateo 28:19 y 20, que dicen: “Y que se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén”. (Lucas 24:47). “Y les dijo: Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará” (Marcos 16:15 y 16). En ninguno de estos dos pasajes finales de los evangelios de Lucas y de Marcos se hace referencia a un bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Tan solo el pasaje añadido por los trinitarios al evangelio de Mateo desentona con los correspondientes de Marcos, Lucas y los Hechos apostólicos que relatan que los apóstoles tan solo bautizaban en el nombre de Cristo Jesús. Por lo tanto, de los mismos evangelios se deduce que los apóstoles jamás conocieron el bautismo trinitario o en el nombre de tres diferentes personas; y por ende, tampoco en el nombre de ninguna organización religiosa.


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sábado, 15 de mayo de 2010


En el evangelio de los hebreos recopilado por Shem Tov en el siglo XII no figura el bautismo ni la fórmula trinitaria del mismo.
¿Conocieron los apóstoles
el bautismo trinitario? (1)


Por JOSE YOSADIT VON GOETHE


En la primera epístola de Juan, capítulo 5 y versículos 7 y 8, se ha leído tradicionalmente durante siglos el texto siguiente: “Tres son los que dan testimonio: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y estos tres son uno”. Sin embargo, cuando en el siglo veinte comenzaron los eruditos a traducir directamente de los códices griegos más antiguos, de los que supuestamente se había tomado el precitado pasaje, se encontraron con la sorpresa de que allí no se mencionaba para nada al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; sino que, en lugar de ello, la frase decía textualmente: “Tres son los que dan testimonio: el espíritu, el agua y la sangre, y los tres convienen en lo mismo”. Evidentemente, la trinitaria Iglesia había adulterado el texto, posiblemente después de los tiempos de Jerónimo, autor de la oficial Vulgata latina. Las biblias protestantes, por tanto, tras su separación de la iglesia madre, llevaron impresa la misma adulteración literaria en la epístola de Juan. En la actualidad todas las versiones bíblicas, más acordes con los códices griegos, presentan corregido este concreto pasaje.

Sin embargo, no ha sucedido lo mismo con el texto del evangelio de Mateo en su capítulo 28 y versículos 19 y 20, donde hoy leemos: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándolas a observar todo lo que yo os he mandado”. Este pasaje sí figura en los códices griegos más antiguos, como el Vaticanus y el Sinaíticus (del siglo IV), si bien los rayos ultravioleta han detectado ciertas anomalías en este último manuscrito, al observarse que se han añadido pasajes en muchos lugares, al tiempo que se han borrado textos antiguos y escrito encima de ellos otros muy distintos para ajustarlos a las doctrinas eclesiásticas en boga. Es de observar que el códice Sinaíticus no menciona en absoluto multitud de textos que hoy recogen nuestras biblias (y que otros códices posteriores sí insertan), como los del evangelio de Lucas comprendidos entre los capítulos y versículos 9:51 a 18:14, aparte de otros muchos. Según los doctos, el evangelio de Lucas fue rellenado con textos recogidos del de Mateo, así como con ciertos añadidos, entre los que destaca la parábola del hijo pródigo.

El pasaje del evangelio de Mateo 28:19 con la expresión “bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” está considerado por muchos analistas bíblicos tan espurio y trinitario como el que con justa razón fue suprimido de la epístola primera de Juan. Tres razones hacen llegar a esta conclusión; la primera es que el padre de la Iglesia, Eusebio de Cesarea, autor de la famosa Historia Eclesiástica, no la menciona en sus escritos cuando cita varias veces de este concreto pasaje del evangelio de Mateo, lo cual es sumamente raro en un escritor tan cuidadoso de los detalles bíblicos. La segunda razón es que en la copia del evangelio hebreo de Mateo recopilada de un manuscrito más antiguo en el siglo XIV por el médico judío Shem Tov no aparece la expresión bautismal ni trinitaria. El propio Jerónimo, que tradujo la Biblia al latín en el siglo IV, habla del evangelio hebreo de Mateo, cuyo original se hallaba en la biblioteca de Cesarea, según manifiesta. Y la tercera y definitiva razón es que los apóstoles no bautizaron ni mandaron bautizar en el nombre de las tres personas trinitarias, sino únicamente en el nombre de Jesús el Cristo, como se lee en los Hechos apostólicos.

Vayamos con la primera de las tres razones, la de que Eusebio de Cesarea no menciona el bautismo ni la fórmula bautismal trinitaria cuando cita de la porción que nos ocupa del evangelio de Mateo. Así, por ejemplo, en su obra “Demostración evangélica”, hallamos siete citas de Mateo 28:19 y 20 y en ninguna de ellas habla siquiera del bautismo. Siendo el bautismo algo tan básico en el cristianismo, no se entiende cómo Eusebio no lo incluye al citar, nada menos que siete veces en tan solo una de sus obras, del famoso pasaje evangélico de Mateo. Los especialistas bíblicos están de acuerdo en que, si Eusebio no menciona esta parte del pasaje evangélico, es porque en su tiempo no figuraba en los manuscritos.

He aquí dos de las citas de Eusebio: “Con una palabra y voz Él dijo a sus discípulos: ‘Id y haced discípulos de todas las naciones en Mi Nombre, enseñándoles a observar todas las cosas que yo os he mandado’” (Demostración evangélica, libro III, capítulo 6). La segunda cita: “’Id vosotros y haced discípulos de todas las naciones, enseñándoles que observen todas las cosas, las cuales yo os he mandado’. ¿A qué podría referirse Él sino a la enseñanza y disciplina del nuevo pacto?’” (Demostración evangélica, libro I, capítulo 5, 9). Así, pues, en ninguna de las citas que de Mateo 28:19 y 20 hace el padre de la Iglesia Eusebio de Cesarea figura la conocida fórmula trinitaria del bautismo que en nuestros evangelios leemos con la expresión “bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

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domingo, 9 de mayo de 2010


El año 1914 y el fin del
tiempo de los gentiles (18)


Por JOSE YOSADIT VON GOETHE


Al año 1914, que algunos estudiosos bíblicos consideraron en el siglo XIX como el del fin del tiempo de los gentiles, se llegaba en principio aplicándole 2.520 años solares al año 606 anterior a la era cristiana, que fue lo que principalmente hicieron Elliot y Seeley, apropiándose posteriormente de la idea el norteamericano Barbour, quien transmitió a Russell la doctrina de que el fin del tiempo de los gentiles concluía en 1914. Como resultó que entre el -606 y el 1914 mediaba un año menos de los 2.520, estudiantes bíblicos posteriores a Russell adelantaron el año -606 al -607 para que cuadrara el cómputo de años que se suponía duraban los tiempos de los gentiles.

John Aquila Brown fue el primero en establecer en 1823 que los tiempos de los gentiles duraban 2.520 años, en lugar de los 1.260 que hasta entonces habían aplicado los estudiosos que le precedieron. Así, Brown calculó, entre otras fechas, la que, partiendo del año -604 alcanzaba el 1917, y escribió que la gloria de Israel volvería en ese año. Como en 1917 Israel fue liberada de los turcos por el ejército inglés, muchos estudiosos se interesaron en este particular cómputo de años que parecía cumplir profecía bíblica. Elliot, Seeley y Barbour realizaron sus cálculos sobre la base de los 2.520 años de Brown. Y así fue que uno de los errores comunes a todos ellos consistió en que los 2.520 años los computaron como años solares de 365,25 días cuando lo apropiado hubiera sido computarlos como años proféticos de 360 días, que es lo que muchos habían hecho anteriormente cuando estimaron la duración del tiempo de los gentiles en 1.260 años proféticos y no solares.

El estudioso bíblico que, aplicando el cómputo de 1.260 años proféticos, que equivalieron a 1.242 años solares, mayor sorpresa causó fue Robert Fleming, hijo, quien en 1701 publicó su obra “El levantamiento y caída del Papado”, en la cual estimaba que para 1794 caería la monarquía francesa y la propia Francia haría eclipsar el “sol del Papado”. Durante casi cien años nadie prestó atención a las predicciones de Fleming; pero cuando en 1792 se proclamó la República en Francia y el rey estaba a punto de subir a la guillotina, algunos simpatizantes de la Biblia comenzaron a desempolvar la obra de Fleming y tomar sus declaraciones de un siglo atrás como verdadera profecía, máxime cuando en 1798 el Papa fue hecho prisionero por Napoleón. Por tal motivo, la fecha de 1798 fue tomada, especialmente por los adventistas, como la del comienzo del tiempo del fin del mundo. Barbour cambió la fecha a 1799 y la transmitió a Russell, quien a su vez la hizo asunto dogmático entre sus estudiantes, que durante décadas consideraron al año 1799 como el del comienzo del tiempo del fin. Posteriormente la consideración del año 1799 como comienzo del tiempo del fin fue movida a 1914, décadas después de que el 1914 transcurriera sin haber sucedido nada de lo que esperaban Russell y sus estudiantes, que era el fin de todos los gobiernos humanos por el Reino de Dios, el cual se establecería definitivamente en la propia Tierra. A principios de los años cuarenta también fue transferido a 1914, con carácter retroactivo, el concepto de la presencia invisible de Cristo en su Reino y el comienzo de su reinado milenario, que hasta entonces se estimaba que había acontecido en 1874.

Poco después de la muerte de Russell en 1916, el movimiento de Estudiantes de la Biblia por él fundado comenzó a segregarse en varios grupos, a raiz del nombramiento de J. F. Rutherford como dirigente de la Sociedad Bíblica Watchtower, de la que Russell era el primer accionista, si bien dicha sociedad no fue fundada por él, sino por W. H. Conley en 1881. Uno de los primeros grupos en abandonar fue el que giró bajo la denominación de “Instituto Pastoral Bíblico”, del que a su vez con el tiempo se separó otro que abrazó el complicado nombre de “Movimiento Misionero Hogar de los Hombres Legos” y que en la actualidad constituye uno de los grupos bíblicos más fuertes de entre los que se separaron del primitivo movimiento de Estudiantes de la Biblia.

Los miembros del Instituto Pastoral Bíblico adoptaron como fecha del fin del tiempo de los gentiles el año 1934, dado que se demostró que Jerusalén no había sido destruída en el -607, sino en el -587, y por tanto los 2.520 años había que calcularlos a partir de ese año -587, con lo que se llegaba a 1934, lo cual publicaron masivamente en su revista “El Heraldo del Reino de Cristo”. Durante años los tres grupos, el de los Estudiantes de la Biblia, el del Instituto Pastoral y el de los Hombres Legos entraron en debate sobre las fechas de 1914 y 1934, que cada cual defendía en su respectiva publicación. Pasado el 1934 y no habiendo sucedido lo que se esperaba, tal como ocurrió en 1914, los debates fueron abandonados. La fecha de 1934 desapareció del escenario. No así la de 1914, que algunos grupos continúan defendiéndola a capa y espada, a pesar de que ya ha transcurrido cerca de un siglo.


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