domingo, 25 de julio de 2010


El enigma de Santiago Apóstol


Por JOSE YOSADIT VON GOETHE


El apóstol Santiago está declarado oficialmente como Patrón de España. La leyenda popular forjada tardíamente por el clero dice que Santiago, uno de los apóstoles de Jesucristo y hermano del evangelista Juan, anduvo predicando en España hacia la segunda mitad de los años treinta y principios de los cuarenta del siglo I. A este Santiago, continúa relatando la leyenda, se le apareció en persona María, la madre del mismo Jesucristo, en la ciudad de Zaragoza. Hay quien interpreta que en realidad no se trató de una aparición o de un fenómeno de proyección o bilocación -por el cual una persona puede estar simultáneamente en dos lugares a la vez, lo cual es contrario a la ciencia-, sino de una visita que la propia María realizó a España para animar a Santiago en su predicación. De ser cierto esto, María tendría que haber venido acompañada del apóstol Juan, hermano de Santiago, ya que se cree que fue a Juan a quien Jesús, antes de morir, le encomendó el cuidado de su madre. Y ya es raro que la tradición hable del hipotético viaje a España de Santiago y de María, pero guarde al respecto completo silencio sobre el apóstol Juan, quien estaba al cuidado de la madre de su Maestro.

Dando por sentado que los relatos neotestamentarios sean históricos y no se traten, como argumentan algunos, de ficciones creadas durante el tiempo del emperador Constantino, en el siglo IV, la gira de Santiago a España choca con la decisión de los apóstoles de no ir a predicar ellos mismos a las gentes de las naciones. Pablo escribe en su epístola a los Gálatas que había sido comisionado por Jesucristo para predicar a los incircuncisos o gentiles, tal como Pedro y los demás apóstoles habían sido comisionados para predicar a los circuncisos o judíos. Esto fue ratificado en la reunión que Pablo mantuvo con los apóstoles en Jerusalén, donde se confirmó que Pablo fuera a predicar a los gentiles, en tanto que los de Judea se limitarían a predicar únicamente a los seguidores de la Ley de Moisés. Ya el mismo Jesucristo les había dicho a los discípulos que fueran primero a las ovejas de la casa de Israel, y esto lo mantuvieron firme, excepción hecha de la conversión del centurión Cornelio por Pedro, durante los años anteriores a la aparición en escena de Pablo, el Saulo que se convirtió al cristianismo. Por tanto, la predicación del apóstol Santiago estaba limitada a los judíos y no podía en modo alguno predicar en las naciones gentiles o no judías, como era el caso de la remota España.

El único que pudo haber tenido ocasión de alcanzar las costas de la península ibérica fue el apóstol de los gentiles Pablo de Tarso. Al menos ésa era su aspiración, tal como escribió en su epístola a los romanos. Lo más probable es que Pablo no consiguiera finalmente llegar a España, ya que su apresamiento en Roma se lo impidió. Con todo, el padre eclesiástico Clemente, que, según listados de Eusebio de Cesarea e Ireneo de Lyon, fue obispo de Roma hacia finales del siglo I, escribió que Pablo había llegado hasta “el límite de Occidente”, entendiendo no pocos teólogos que tal límite podría referirse a España. En lo referente a la predicación de Santiago en España, nada comentan los escritos neotestamentarios, ni los Hechos apostólicos, ni las epístolas de Pablo, ni las de Pedro, ni las de Juan. Tal silencio resulta de lo más extraño, pues, de haber sido el caso, hubiera sido relatado sin rodeos en los precitados escritos, tal como se relató en los Hechos de Apóstoles, aunque muy de pasada, la muerte del propio Santiago a manos del rey Herodes Agripa, martirio acaecido antes de mediados de los años cuarenta de aquel primer siglo. Lógicamente, su cuerpo hubo de ser enterrado en la misma Jerusalén o en sus inmediaciones, si bien la leyenda pretende asegurar que el cuerpo decapitado del apóstol fue llevado por mar hasta Galicia, donde recibió cristiana sepultura.
En la Catedral de Santiago de Compostela se custodian unos huesos que presumiblemente son los del apóstol Santiago y dos de sus colaboradores; ello, basándose en supuestos testimonios anteriores a la Edad Media y en que a finales del siglo XIX los médicos que estudiaron dichos huesos aseguraron que eran muy antiguos, tal vez de humanos que bien pudieron haber vivido en el siglo I. Un estudio actual de su datación por medio de la técnica del carbono 14 resolvería las dudas; pero se teme enfrentarse a las pruebas concluyentes que arroje tal estudio. La Iglesia adelanta que, aun analizándose los huesos de Compostela y demostrándose que sean muy posteriores al primer siglo, la devoción compostelana no mermaría ni un ápice, pues el pueblo devoto anda por fe y no por evidencias. En opinión de la Iglesia, la autenticidad o no autenticidad de unos huesos no impide que el pueblo llano de España considere a Santiago como símbolo imperecedero de victoria y libertad. Los huesos tan solo son circunstanciales y hasta pudieran desaparecer algún día; pero el espíritu, el mensaje, la esencia, es lo que permanece y eso es lo único que parece importarle al pueblo, aun si se demostrara que Santiago jamás estuvo en España.


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lunes, 19 de julio de 2010


¿Llegó o no llegó el amo Jesucristo?


Por JOSE YOSADIT VON GOETHE


El Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová, surgido de la Sociedad americana impresora de biblias y literatura religiosa Watchtower, se ha constituído como el vocero oficial y representante del llamado “esclavo fiel y discreto” o resto del grupo que denominan de “cristianos ungidos“ que aún quedan en la tierra y que al morir esperan ser llevados al Reino de los cielos. Este grupo de cristianos ungidos, según los teólogos watchtowerianos deducen del Apocalipsis, consta literalmente de un total 144.000 miembros –contados desde los tiempos apostólicos del Pentecostés en el año 33 de nuestra era-, de los que en la tierra viven hoy menos del siete por ciento. De acuerdo también con la doctrina original de la Watchtower, que en la actualidad imparte y dirige el Cuerpo Gobernante, el grupo de cristianos no ungidos o “gran muchedumbre” u “otras ovejas” heredará la porción terrestre del Reino de Dios o la tierra hecha un paraíso.

Afirma el Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová que, en éstos que señala como tiempos del fin, se espera la llegada del hijo del hombre, Jesucristo; pero éste en realidad aún no ha llegado, y por esa razón continúan los testigos celebrando cada 14 de Nisán la que se conoce como Cena del Señor, ceremonia en la que únicamente los que se dicen ungidos pueden participar del pan y del vino, mientras que los no ungidos únicamente asisten como observadores, sin participar de los emblemáticos productos del trigo y de la vid. El órgano oficial y doctrinal de los ungidos de la Watchtower, la revista La Atalaya, en su edición de estudio del 15 de marzo de 2010, página 27, bajo el subtítulo “¿Quiénes deben participar del pan y del vino?”, expone:

“Pablo… dirigiéndose a los cristianos ungidos, dijo: ‘Porque, cuantas veces coman este pan y beban esta copa, siguen proclamando la muerte del Señor hasta que él llegue’ (1 Corintios 11:26). ¿Cuándo llega el Señor? Cuando vuelve para llevarse al cielo al último miembro de su novia simbólica, la congregación ungida”.

Así que ésa es la razón por la que los que se designan ungidos continúan celebrando anualmente la Cena del Señor y participando de ella, debido a que Jesucristo aún no ha llegado. Cuando llegue, es decir, después de que se lleve al cielo al último de los ungidos, ya no será necesario celebrar la Cena del Señor. Lógicamente, si ya no hay participantes en la mesa, huelga la cena. Pero, como aún quedan varios miles de ungidos participando de este ceremonioso y simbólico banquete anual, eso significa para los doctores de la ley de la Watchtower que el Señor Jesucristo no ha llegado todavía.

Así pues, tenemos por un lado que el Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová, a través de la editora Watchtower, afirma categóricamente que “el Señor aún no ha llegado”, pues de otro modo no se celebraría ya su Cena. Sin embargo, por otro lado asegura que “el Señor sí ha llegado” y que tal llegada causó que el esclavo fiel y discreto o resto de los cristianos ungidos fuera nombrado por su amo Jesucristo sobre todos sus bienes terrestres, que es como se aplican los mismos ungidos el texto de Mateo 24:45-47, texto que es la base de la subsistencia de la entera organización de los testigos de Jehová, donde se lee:

“¿Quién es, verdaderamente, el esclavo fiel y discreto a quien su amo nombró sobre sus domésticos para darles su alimento al tiempo apropiado? ¡Feliz es aquel esclavo si su amo, al llegar, lo hallara haciéndolo así! En verdad les digo, lo nombrará sobre todos sus bienes”.

El texto dice claramente: “…su amo, al llegar…” Es decir, que, según este pasaje evangélico, el Cuerpo Gobernante entiende que Jesús sí llegó y que lo hizo precisamente en 1918, tal como afirman numerosas publicaciones de la Watchtower. Al llegar el amo Jesucristo, siempre según la Watchtower, nombró al año siguiente, tras la oportuna inspección, como su “organización de Dios en la tierra” o “único canal de comunicación con Dios” al conjunto de los entonces conocidos como “Estudiantes Internacionales de la Biblia” asociados con la propia Watchtower, todos ellos pertenecientes al grupo de los ungidos. Para poder defender este nombramiento, afirma el Cuerpo Gobernante que Jesucristo sí llegó realmente (según el texto bíblico “su amo, al llegar…”). Mas, para poder continuar con la ceremonia anual de la Cena del Señor y captar más adherentes para la organización con el anuncio alarmista del inminente fin del sistema político y religioso mundial, el amo Jesucristo no ha llegado todavía. A lo sumo, “está presente”.

En el primer caso, es decir, para apoyar el nombramiento del grupo de cristianos ungidos como organización de Dios en 1919 (entonces no existía como tal el Cuerpo Gobernante), afirma la Watchtower que el amo Jesucristo sí llegó; o sea, aquí se trata de una clara “llegada”. Sin embargo, en el segundo caso, esto es, para continuar con la Cena del Señor, captando de paso más adeptos a la causa watchtoweriana, habla de la “presencia” del amo, la cual dice que aconteció en el año 1914, al estar Jesucristo “invisiblemente presente en su Reino”. Así que aduce el Cuerpo Gobernante, como ya antes había establecido la organización de la Watchtower, que “el amo Jesucristo está presente, pero no ha llegado”, aunque para la conveniencia del nombramiento como organización de Dios sí que ha llegado, pues, si no hubiera llegado, no habría nombrado como su canal de comunicación o su organización en la tierra al grupo de ungidos de la Watchtower existente al tiempo de la hipotética llegada e inspección del amo.

Los textos de Mateo 24:45-47, y el del Apóstol Pablo en 1 Corintios 11:26, especifican el verbo “llegar” y no otro en las expresiones “el amo, al llegar” y “hasta que él llegue”. Pero es de observar que el Cuerpo Gobernante introduce un nuevo concepto: dice que el Señor llega “cuando vuelve para llevarse al cielo al último miembro…” Es decir, que con la expresión “vuelve” da a entender que el amo Jesucristo viene dos veces en el tiempo del fin, cuando está claro que el evangelio indica que viene una sola vez en dicho tiempo, y no dos veces. Por lo tanto, está claro que, tanto la Watchtower como el Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová, confunden las mentes de sus adeptos embrollando los términos “presencia”, “llegada” y “vuelta”, afirmando por un lado que el amo Jesucristo está presente desde 1914, pero que llegó en 1918 para nombrar como su administrador terrestre al grupo compuesto de cristianos ungidos de la Watchtower, y por otro lado, haciendo ver que el amo no llegó aún, pero que vuelve, y por eso continúan celebrando los testigos de Jehová la Cena del Señor todos los años. Verdaderamente, un contrasentido que los testigos del montón aceptan sin razonar y sin rechistar, tal como otros grupos admiten dogmáticamente el misterio de la Santísima Trinidad.
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martes, 6 de julio de 2010


¿Existieron los llamados
“padres apostólicos”? (2)


Por JOSE YOSADIT VON GOETHE



El pionero en citar de las cartas y escritos de los Padres de la Iglesia es Eusebio de Cesarea, que lo hace en su Historia Eclesiástica, redactada en los años veinte del siglo IV. Tales padres eclesiásticos habrían vivido entre los siglos I al III, concretamente hasta mediados de ese último siglo, quedando en la historia de Eusebio un inexplicable vacío de padres de más de medio siglo desde la muerte del último, Cipriano de Cartago. De haber continuado Eusebio con la lista de los padres, alguno de éstos, hipotéticamente, hubiera alcanzado vivo los tiempos de aquél, lo que probablemente no convenía para su historia, dado que el viviente pudiera testificar de la no veracidad de los escritos de Eusebio.

Probablemente el lector argüirá que, antes de Eusebio, hubo padres eclesiásticos que citaban de los escritos de otros e incluso se cruzaban correo. Es aparentemente cierto. El padre apostólico Ignacio de Antioquía, por ejemplo, escribe una carta a Policarpo, otro padre apostólico. De igual manera hay padres que se citan unos a otros en sus escritos. No obstante, no existen datos seglares que corroboren la existencia de estos padres que menciona Eusebio; tan solo aparecen en la Historia Eclesiástica que alumbró el de Cesarea, mezclando a modo de novela histórica tales personajes con otros de los que sí está demostrado que existieron, como los emperadores. Y dado que Eusebio incluyó evidentes falsedades en su historia, probablemente a propósito para alertar al lector de que el resto caía en la misma categoría, no faltan eruditos, y cada vez hay más, que argumenten que la entera Historia Eclesiástica de Eusebio es invención suya, por lo que las cartas de los llamados padres y otros escritos que se relacionan con cuanto el de Cesarea expone en la obra que pretende hacer pasar por histórica, también se deberían a su pluma. De ahí el que unos padres se citen a otros, como si se conocieran entre ellos, a pesar de la distancia que los separaba. Esto ya de por sí pone en evidencia los relatos eusebianos por aquello de que, “explicación no pedida, acusación manifiesta”.

Los padres apostólicos a los que da vida Eusebio son: 1) Clemente, tercer obispo de Roma después de Lino y Cleto. A este Clemente, que Eusebio cita como colaborador del apóstol Pablo, se le atribuye una Carta a los Corintios que aún se conserva. El escritor del siglo III, Ireneo de Lyon, precisamente discípulo de Policarpo y uno de los personajes de la Historia Eclesiástica de Eusebio, dice que Clemente conoció personalmente a algunos apóstoles antes de ser nombrado obispo de Roma.

2) Ignacio de Antioquía. Eusebio relata que Ignacio era conducido encadenado a Roma para ser pasto de las fieras y que durante el camino escribió varias cartas, citando constantemente en ellas textos de las Sagradas Escrituras. Una de esas misivas iba dirigida a Policarpo, obispo de Esmirna. En sus cartas anima a someterse principalmente al obispo de Roma. Los estudiosos no se explican cómo Ignacio pudo haber escrito tan prolíficamente en esa angustiosa situación y, lo que es aún más misterioso, cómo pudo portar con él la ingente cantidad de rollos de las Sagradas Escrituras que se supone que debía llevar consigo para poder acometer la epistolar empresa.

3) Policarpo de Esmirna, de quien Ireneo de Lyon fue discípulo, según éste relata, pero que tanto el uno como el otro cobran vida gracias a Eusebio de Cesarea. Atribuída a Policarpo se conserva una carta a los filipenses, de las varias que se dice que escribió.

4) Papías de Hierápolis, de quien Eusebio argumenta que escribió las “Explicaciones de la palabra del Señor” y de quien Ireneo, personaje de Eusebio, también cita en los escritos que el mismo Eusebio le atribuye.

5) Los autores anónimos de la Epístola de Bernabé, el Pastor de Hermas y la Didajé o Doctrina de los Doce Apóstoles. La Didajé viene a ser un catecismo o manual de la doctrina cristiana, estimado por algunos como del siglo I. Eusebio manifiesta que estos escritos han de considerarse como espurios o no divinamente inspirados, lo mismo que el Apocalipsis de Juan, del que deja libertad de consideración.

Todos estos escritos de los padres apostólicos, al igual que los de los apologetas que menciona Eusebio, como Justino y Teófilo, tienen en común el mismo estilo de redacción y hasta las mismas muletillas, extensibles incluso a los evangelios y los escritos apostólicos, como si todos se debieran a una sola y misma mano.

Es significativo que Eusebio considere padres de la Iglesia a los de Roma y no a los de Jerusalén, que a su decir tuvo quince pastorados, todos hebreos. Evidentemente, Eusebio defiende la causa romana y no la judía, a cuyo pueblo y no al romano carga la muerte de Jesucristo. No obstante, es más que probable que, tanto los padres de Jerusalén, como los de Roma, no sean más que una ficción del fecundo autor de la Historia Eclesiástica, con el propósito de establecer unas bases más o menos creíbles sobre las que edificar la organización religiosa concebida en el siglo IV por el cabeza del Imperio Romano.

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