
El enigma de Santiago Apóstol
Por JOSE YOSADIT VON GOETHE
El apóstol Santiago está declarado oficialmente como Patrón de España. La leyenda popular forjada tardíamente por el clero dice que Santiago, uno de los apóstoles de Jesucristo y hermano del evangelista Juan, anduvo predicando en España hacia la segunda mitad de los años treinta y principios de los cuarenta del siglo I. A este Santiago, continúa relatando la leyenda, se le apareció en persona María, la madre del mismo Jesucristo, en la ciudad de Zaragoza. Hay quien interpreta que en realidad no se trató de una aparición o de un fenómeno de proyección o bilocación -por el cual una persona puede estar simultáneamente en dos lugares a la vez, lo cual es contrario a la ciencia-, sino de una visita que la propia María realizó a España para animar a Santiago en su predicación. De ser cierto esto, María tendría que haber venido acompañada del apóstol Juan, hermano de Santiago, ya que se cree que fue a Juan a quien Jesús, antes de morir, le encomendó el cuidado de su madre. Y ya es raro que la tradición hable del hipotético viaje a España de Santiago y de María, pero guarde al respecto completo silencio sobre el apóstol Juan, quien estaba al cuidado de la madre de su Maestro.
Por JOSE YOSADIT VON GOETHE
El apóstol Santiago está declarado oficialmente como Patrón de España. La leyenda popular forjada tardíamente por el clero dice que Santiago, uno de los apóstoles de Jesucristo y hermano del evangelista Juan, anduvo predicando en España hacia la segunda mitad de los años treinta y principios de los cuarenta del siglo I. A este Santiago, continúa relatando la leyenda, se le apareció en persona María, la madre del mismo Jesucristo, en la ciudad de Zaragoza. Hay quien interpreta que en realidad no se trató de una aparición o de un fenómeno de proyección o bilocación -por el cual una persona puede estar simultáneamente en dos lugares a la vez, lo cual es contrario a la ciencia-, sino de una visita que la propia María realizó a España para animar a Santiago en su predicación. De ser cierto esto, María tendría que haber venido acompañada del apóstol Juan, hermano de Santiago, ya que se cree que fue a Juan a quien Jesús, antes de morir, le encomendó el cuidado de su madre. Y ya es raro que la tradición hable del hipotético viaje a España de Santiago y de María, pero guarde al respecto completo silencio sobre el apóstol Juan, quien estaba al cuidado de la madre de su Maestro.
Dando por sentado que los relatos neotestamentarios sean históricos y no se traten, como argumentan algunos, de ficciones creadas durante el tiempo del emperador Constantino, en el siglo IV, la gira de Santiago a España choca con la decisión de los apóstoles de no ir a predicar ellos mismos a las gentes de las naciones. Pablo escribe en su epístola a los Gálatas que había sido comisionado por Jesucristo para predicar a los incircuncisos o gentiles, tal como Pedro y los demás apóstoles habían sido comisionados para predicar a los circuncisos o judíos. Esto fue ratificado en la reunión que Pablo mantuvo con los apóstoles en Jerusalén, donde se confirmó que Pablo fuera a predicar a los gentiles, en tanto que los de Judea se limitarían a predicar únicamente a los seguidores de la Ley de Moisés. Ya el mismo Jesucristo les había dicho a los discípulos que fueran primero a las ovejas de la casa de Israel, y esto lo mantuvieron firme, excepción hecha de la conversión del centurión Cornelio por Pedro, durante los años anteriores a la aparición en escena de Pablo, el Saulo que se convirtió al cristianismo. Por tanto, la predicación del apóstol Santiago estaba limitada a los judíos y no podía en modo alguno predicar en las naciones gentiles o no judías, como era el caso de la remota España.
El único que pudo haber tenido ocasión de alcanzar las costas de la península ibérica fue el apóstol de los gentiles Pablo de Tarso. Al menos ésa era su aspiración, tal como escribió en su epístola a los romanos. Lo más probable es que Pablo no consiguiera finalmente llegar a España, ya que su apresamiento en Roma se lo impidió. Con todo, el padre eclesiástico Clemente, que, según listados de Eusebio de Cesarea e Ireneo de Lyon, fue obispo de Roma hacia finales del siglo I, escribió que Pablo había llegado hasta “el límite de Occidente”, entendiendo no pocos teólogos que tal límite podría referirse a España. En lo referente a la predicación de Santiago en España, nada comentan los escritos neotestamentarios, ni los Hechos apostólicos, ni las epístolas de Pablo, ni las de Pedro, ni las de Juan. Tal silencio resulta de lo más extraño, pues, de haber sido el caso, hubiera sido relatado sin rodeos en los precitados escritos, tal como se relató en los Hechos de Apóstoles, aunque muy de pasada, la muerte del propio Santiago a manos del rey Herodes Agripa, martirio acaecido antes de mediados de los años cuarenta de aquel primer siglo. Lógicamente, su cuerpo hubo de ser enterrado en la misma Jerusalén o en sus inmediaciones, si bien la leyenda pretende asegurar que el cuerpo decapitado del apóstol fue llevado por mar hasta Galicia, donde recibió cristiana sepultura.
En la Catedral de Santiago de Compostela se custodian unos huesos que presumiblemente son los del apóstol Santiago y dos de sus colaboradores; ello, basándose en supuestos testimonios anteriores a la Edad Media y en que a finales del siglo XIX los médicos que estudiaron dichos huesos aseguraron que eran muy antiguos, tal vez de humanos que bien pudieron haber vivido en el siglo I. Un estudio actual de su datación por medio de la técnica del carbono 14 resolvería las dudas; pero se teme enfrentarse a las pruebas concluyentes que arroje tal estudio. La Iglesia adelanta que, aun analizándose los huesos de Compostela y demostrándose que sean muy posteriores al primer siglo, la devoción compostelana no mermaría ni un ápice, pues el pueblo devoto anda por fe y no por evidencias. En opinión de la Iglesia, la autenticidad o no autenticidad de unos huesos no impide que el pueblo llano de España considere a Santiago como símbolo imperecedero de victoria y libertad. Los huesos tan solo son circunstanciales y hasta pudieran desaparecer algún día; pero el espíritu, el mensaje, la esencia, es lo que permanece y eso es lo único que parece importarle al pueblo, aun si se demostrara que Santiago jamás estuvo en España.
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